La constante ⟡
Cris Miralles
9/27/2024
Nueva entrega dedicada a este rincón.
Y hoy viene con el remate (y cierre) de algo que te introduje en la anterior carta 💌 (si te la saltaste, puedes consultarla por aquí).
Aquello del Oasis Mental… ¿recuerdas?
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Desde la última vez que te escribí hemos cambiado de estación. Los días se han acortado y, con bastante probabilidad, tu responsabilidad e inmersión en una vida más de puertas hacia adentro va tomando otros cauces.
Ya te hablé de 3 conceptos básicos que aplico para permanecer a flote a pesar de todo.
Estos eran CUERPO, SILENCIO y PALABRA. Y, dado que te hablé de ellos, voy a ir un poco más a fondo con ello.
Porque temo que a veces todo quede en una reflexión escueta (mientras lees mi carta), pero que rápidamente vuelvas a tu vida y olvides el trasfondo del cambio que aspiro ir forjando en ti.
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Vivimos frenéticamente. Aunque seas persona de calma y paz. Aunque te levantes a las 5:30 h de la mañana para ganar en «productividad focalizada». Vives enfocada a la acción ⚔️.
Al hacer para cumplir.
Trabajo-vida personal, vida personal-trabajo.
Esos son los dos campos en los que te mueves y me muevo habitualmente.
La teoría dice que en el trabajo, trabajes. Y que en tu vida personal, vivas volcada a ello, en tu pareja, en tus hijos, en tus hobbies.
Pero lo cierto es que lo uno con lo otro se diluye. Se encharca 🌧.
Lo del trabajo tiñe finalmente tu vida personal. Y lo de tu vida personal imposibilita a veces tu foco máximo en el trabajo.
Si una cosa acaba por arrastrar a la otra es, porque en el fondo, aunque nos creamos lo distinto, las dos cosas son lo mismo.
Es decir, eres tú misma, tú mismo, en ambos contextos. Sólo que en un lado tu foco —a priori— es hacerlo lo mejor que se puede en el contexto laboral; y en el otro, hacerlo lo mejor que se puede en el contexto familiar.
Pero sigues siendo el mismo y la misma tú, ahí detrás, bregando con lo uno o con lo otro. Apagando fuegos para que nada estalle excesivamente por los aires.
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Yo no soy mi trabajo —ni mi proyecto—. Lo reitero y me lo reitero constantemente. Pero me expreso a través de él. Deposito mi energía en él y vivo gran parte de mi vida cogida de su mano. Y eso, inevitablemente, me hace desdibujar límites.
La hiperactividad, la hiperproductividad —grandes fuerzas arrasadoras— por inercia, van con todo. Si te unes a ellas, luego es difícil pararlas. Así porque sí. Y pasar del 100 al 0 en un pestañear: ahora trabajo, ahora familia, ahora yo.
No es tan fácil.
Y tu cabeza te lo demuestra constantemente.
Estás fregando los platos y pensando en «lo de mañana», en «todo lo que no has podido hacer»…
Estás, pero no estás del todo.
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En tiempos actuales, el «tengo mucho que hacer» ha alcanzado los niveles del infinito. Porque puedes optar por «no hacer nada» (sorpresa-no sorpresa: te vas a sentir culpable y a veces desdichada/o por ello —te recuerdo que hemos sido educados para la acción—). Pero si quieres «hacer», todo es tan abundante, tan basto, tan inabarcable, que puedes —literal— perderte, y hasta no encontrarte, entre ese gran océano 🌊 de conocimientos y alternativas a tu disposición.
Si quieres pasarte la vida tirando del parche emocional que es en gran parte el consumismo, más de lo mismo. Nunca hay fin. Y trabajarás sin fin para ello.
Si quieres entretenerte, estás en la era correcta. La de la (máxima) dispersión.
Hay tanto que HACER y tanto POR HACER que vida se contrae y parece como que no hay espacio para la vida misma.
¿No es esto un poco locura?
Lo que abruma verdaderamente de ello es que, como te he apuntado arriba, si te da por hacer —sin LÍMITES—, el «hacer» en sí mismo llega ahora a lo inconmensurable.
«Infinitus est numerus stultorum», dijo Cicerón. O lo que es lo mismo, el «Infinito es el número de los tontos» (lo dijo él, no yo; pero algo de razón tenía).
Somos finitos pensando en la infinidad de todo lo que nos rodea.
No pensamos en disfrutar del mar cercano. Preferimos fundirnos (y ahogarnos) en la inmensidad del océano de posibilidades. Y en esa bastedad, no encontramos rincón reconocible alguno. Donde nos terminemos de sentir 100% cómodos.
Nada cala hondo.
—
En este panorama, sólo queda una. Y es buscar tu salida, tu oasis, tu punto de reconexión.
Ese pequeño choque de realidad que te recuerde a diario —y no sólo en vacaciones— dónde estás, hacia dónde vas y qué es lo verdaderamente importante.
Eso es, volver al presente.
Tener herramientas para frenar la inercia de la hiperproductividad e hiperactividad de forma eficaz y cotidiana.
Aprender a desconectar del agobiante océano de la dispersión. De las redes, del mundo de las infinitas posibilidades.
—
Crear hábitos que te anclen a la constante de la vida. Y conseguir que de los hábitos, hagas ritual.
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Si como, estoy comiendo 🍽.
Si estoy en silencio, si tengo un momento, freno. Me conecto a mí. Un café, una infusión, un paseo a solas conmigo. Una escueta lectura. Un mirar por la ventana. Sin compañía de «lo digital».
Si converso, miro a los ojos de quien me habla.
Rindo honores a mi cuerpo. Le guardo su paréntesis. Es mío y de nadie más. Nadie lo va a sanar (o dilapidar) más que yo misma/o. Ritualizo 🕯 su cuidado. Mi conexión con él.
Busco la forma de armonizar y limar asperezas entre mi trabajo y mi vida personal (sigo pensando que en el fondo no hay otra salida). Reconcilio esos dos mundos desde lo interno. Eres tú misma, tú mismo —recuerda— en ambos escenarios. Tu trabajo emocional es para con todo ello.
Hay algo que podría resumir todo lo anterior. Y es tener foco. Brújula. Ser consciente del camino.
De la finitud. De lo importante. También de lo superfluo (paradójicamente ocupando bastante espacio en nuestra mente).
Ser consciente de que «lo que de verdad importa» es intangible.
Y que, con bastante certeza, es más bien mar cercano y cotidiano.
La pequeña victoria. La alegría corriente de tener un calor humano. Una cama en la que dormir. Unos brazos que coger. Una espalda que abrazar.
El Oasis mental que mantiene nuestra cordura en el presente guarda en sí mismo la constante CUERPO-SILENCIO-PALABRA. Rituales del día a día para recordarnos que no hay que buscar nada más. Que la vida no es meta. Sino camino.
Eres tú reconociéndote en todas tus acciones.
Viéndote y viviéndote a través de ellas.
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Que esto te sirva como recordatorio para encontrarte en tu mar cercano.
Mil gracias por leer.
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Si quieres que participe en alguna charla, centro o taller, me puedes escribir a hola@estudiolagom.com
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Gracias por seguir por aquí.
Escribiéndote desde algún rincón del Universo 🪐,
Cris Miralles
Mentora de Bienestar Cósmico e Integral
La energía, en el centro.