El brillo que apagamos ⟡
Cris Miralles
2/14/2025


Hoy es un día feliz y amable para mí. Así que voy a aprovechar esta buena energía para contarte algo personal y que te sirva en tu propio crecimiento.
Mira, cuando era pequeña, antes de los 11 años o así, y a pesar de que en la infancia ya se me retó en este sentido, creía firmemente en mí. Era consciente de que era capaz de hacer muchas cosas por mí misma.
Recuerdo que si tocaba hacer calceta, hacía calceta con esmero. Si tocaba pintar, pintaba. También me gustaba cantar, y cantaba. Si quería inventarme una historia, lo hacía con toda la libertad imaginativa que podía. Y si tocaba jugar, no me faltaba la energía para sacar lo mejor de mí.
Daba lo mejor de mi naturaleza (salvaje) en cada momento. Disfrutaba, brincaba, reía también y me aplicaba cuando tocaba.
A medida que fui haciéndome mayor entró en acción el arte de encajar. Quería ser una más del grupo. Quería seguir siendo yo, pero sin una estridencia desmesurada que me hiciera desentonar entre el clan.
Si pintaba, ya me daba pudor mostrar el resultado que seguramente tildé de mediocre. Cuando cantaba, ya sólo lo hacía en la ducha o en la intimidad de mi casa. Si me inventaba una historia, literalmente, la encerraba en una libreta bien escondida para que nadie la descubriera.
Todo ese brillo y fulgor que me hacia sentirme «yo» cuando era niña, se fue apagando paulatinamente.
Me amoldé, me empequeñecí y fui una más, ajustándome a lo que demandaba de mí el contexto.
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A los veintitantos la cosa se complejizó más. Si antes me asustaba no encajar, ahora me aterraba no encajar.
Así que mi esfuerzo por agradar, no incomodar, sucumbir e igualar la energía de mi entorno fue todavía mayor.
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Tardé mucho en darme cuenta de que mi personalidad raíz se había desdibujado hasta convertirse en algo aséptico, casi «apto para todos los gustos».
Y eso podía estar bien a ojos de todos. Pero, sin embargo, yo sentía que un fuego se había apagado dentro de mí.
Aunque no fue mi caso —o al menos no tan evidente— en tema de parejas, también vi este mismo patrón en alguna amiga, cuando se mimetizaba con la personalidad de su novio del momento. Si era surfero, ella era la más surfera. Si era alternativo, ella era la abanderada de lo alternativo. Si era pijín, pues había que estar a la altura.
Es fuerte, cómo a veces nos perdemos pensando que hemos llegado al entorno donde creemos habernos encontrado. Donde se nos acepta por cumplir con la norma, pero se ha perdido por completo nuestra esencia original.
Restringir la propia grandeza es apagar tu propia luz. Y el peligro viene cuando has acostumbrado a la gente a ello.
A ser alma quieta, encajada y adaptada a la etiqueta.
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Así que cuando por fin te armas de valor —porque espero que siempre llegues a este punto— y decides avivar el fuego que un día dejaste prácticamente en cenizas, puede que venga la marejada.
La marejada interna, como un vértigo por volverte a reconocer como el ser en completitud que una vez fuiste.
La marejada externa, por tener que sostener la energía de la duda y la vulnerabilidad al no saber si quienes te conocían en tu anterior fase de complacencia energética, van a integrar del mejor modo tu nueva luz, que paradójicamente no es nueva sino la más instintiva que conoces.
Toda relación es un intercambio energético. Sea en baja o alta vibración, así lo es.
Y llegados a este punto, tenemos que reivindicar la soberanía de la elección. La preferencia por acercarnos más hacia lo que nos expande, y cada vez menos hacia lo que nos contrae.
Evolucionar en la etapa madura es eso: amplitud, expansión, libertad de ser.
En el camino, ten por seguro, aparecerá gente que no va a tolerar que brilles. O que brilles de un modo diferente a como les tenías acostumbrada/o. De algún modo, quizá hasta te lo hagan saber. O lo percibas en su interacción contigo (incluso en el silencio, hay mensaje).
Mi experiencia me dice: no dediques energía a mitigar esto.
No fuerces la aceptación. No fuerces el acople.
Deja que quien tenga que marcharse, salga sin fricciones.
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Sin embargo, en esa nueva crisálida también habrá quien «sí». Quien abrace de buena gana y con su máxima apertura tu cambio energético, tu muda de piel, tu renacer.
Deja que quien tenga que quedarse, lo haga con el más profundo de los amores hacia ti. Así debería de ser.
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Decide brillar por ti y para ti.
Decide brillar de todos modos.
Decide brillar aunque otros se cieguen. Y no entiendan. Y te rechacen.
Activa tu Luz, como un faro. Porque cuando lo haces, iluminas el horizonte de otra Luz, que quizá también se vio cubierta en plena marejada.
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Vuelve a la autoconfianza por recuperar el gran elixir de tu magia.
Y que vuelva a correr por tus venas la grandeza originaria de la niña/o salvaje que una vez fuiste.
Que así sea.
Una vez más, escribiéndote Desde algún rincón del Universo para que eleves tu brillo.
Con cariño,
Cris.
La vida te quiere encendida.
Cris Miralles
Mentora de Bienestar Cósmico e Integral
La energía, en el centro.