Busco respuestas ⟡
Cris Miralles
3/7/2025


Hola por aquí.
nueva reflexión en forma de carta para ti. Rodeada de un ambiente tremendamente húmedo y gris, del que sin embargo, voy a intentar traer su lado bueno: las ganas de escribir y reflexionar en silencio.
Tú, simplemente, aprovéchate de ello.
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Hay algo que al ser humano le encanta y le inquieta a partes iguales. Algo que te y me y nos mantiene en una sensación de cierta zozobra y que intentamos calmar a toda costa.
Eso que tanto nos remueve y nos empuja a veces, es sentir que «tenemos la certeza». La nota al pie de nuestro dilema o problema personal que indique el siguiente paso, sin duda alguna. Con convencimiento pleno. Nos encanta sentirlo así.
Buscamos «la respuesta» sobre si tal decisión que pretendo tomar es «buena» o «mala».
«La respuesta» a si tal pareja con la que me he comprometido por tantos años es verdaderamente «la pareja».
«La respuesta» a saber si ese nuevo horizonte que se abre delante de mí y que hará marcar un giro de guión en mi vida es «lo correcto».
«La respuesta» sobre si este trabajo en el que mi energía se marchita, va a ser así para siempre, o si encontraré el balance en él —o en otro— de alguna manera, o en algún momento.
«La respuesta» a si esa casa, ese nuevo hogar que tanto ansío y vislumbro y que va a suponer un macro esfuerzo económico para mí (y para mi familia) será «la solución».
Y, por supuesto, «la respuesta» a saber por qué me siento así o asá. Del por qué hoy no estoy con el mood. Por qué ayer me irrité de forma desmedida. O por qué «no voy», aunque todos parecen estar yendo.
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Necesitamos una respuesta que racionalice y empaque nuestra vida en síes y noes. Y sí, yo también lo hago. Y cuanto más me alejo de mí, más fuertemente lo hago.
Hay un espacio vacío, un gran agujero en forma de abismo, entre ese momento en el que quieres tomar una decisión y el momento en que por fin la tomas. Ese momento de suspensión en el aire puede ser rápido —minutos, horas, unos pocos días…—, pero también puede prolongarse por un medio-largo plazo —semanas, meses, años…—. A veces (normalmente), depende de la magnitud del miedo que te provoque la decisión en sí, o de cuán te esté empujando la vida por detrás a que te posiciones de una vez, a que la tomes a la de ya (seguramente te avisó en varias ocasiones anteriormente).
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No serán pocas las veces en que alguien ha venido a mí con el titular de «busco una respuesta a…». Y con los años he aprendido a tomarme esta cuestión con mayor responsabilidad y rigor.
Porque cuando no estaba en ese punto consciente de mi vida, era fácil.
La cosa solía resolverse con un «quizá yo en tu caso haría…» —un patrón social bastante común de hecho—. Y mi mente se ponía en la situación y daba una respuesta «x», siendo yo el punto de referencia externo.
¿Pero cuál era (es) el problema aquí? Que aunque yo creyera conocer en profundidad a esa persona, siempre había espacios y escondrijos donde yo no podía acceder —siempre los hay—. Y por tanto, mi respuesta no dejaba de ser sesgada.
De hecho, siempre lo es. Un «yo en tu caso haría», aunque hecho con la mejor de las intenciones, siempre habla más de la persona que te está ofreciendo el consejo, que de ti. La primera persona del singular da pistas de ello.
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Sin embargo, ahora, desde otra perspectiva mucho más madura (algo bueno traen los años) y consciente (algo bueno traen los años de la experiencia) a esos «busco una respuesta a…» que me llegan, me detengo en seco.
Primero, siendo consciente de que yo no tengo la verdad absoluta (quizá si la tuviera estaría forrada o siendo adorada en un templo en un montaña recóndita, pero no es el caso). Segundo, porque mi trabajo me exige mayor estrictez en este sentido. Y tercero, porque aún siendo consciente que no todo sirve de igual modo para todos, ahora sí, atesoro con conocimiento de causa que hay una amalgama de recursos de los que disponer para «encontrar una respuesta a…».
Algo New Age esto, pero sí, aunque me incomode escribir una frase manida: «la respuesta está en ti». Y si esta no es una verdad absoluta —a esta sí se lo permito—, se le parece bastante. Para mí, esa es la perspectiva primera.
Porque aunque busques aliviarte en conversaciones con amigas o pareja, debatiendo sobre tus posibilidades y dilemas, la respuesta sólo puede venir de ti.
Y ahora sí, saca subrayador porque esto es lo importante. La respuesta verdadera no es mental. La respuesta verdadera y que acorta el camino del sufrimiento, es una respuesta inspirada, no racionalizada.
Mientras la respuesta mental se adquiere uniendo pensamientos y creencias mentales, dividiendo las cosas dualmente entre «correcto» e «incorrecto», la respuesta inspirada surge como una chispa, como un destello fugaz, como un sueño vívido haciéndose hueco entre tus pensamientos.
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¿Y entonces, dime, dónde encontramos el manantial de las respuestas inspiradas?
Te diría que no hay un lugar material concreto donde acceder a ellas, pero sí formas de atraerlas. Las respuestas inspiradas surgen cuando se abren canales. Canales energéticos que hacen que la mente se diluya y se abra paso el «mensaje» (si lo has vivido, sabes a qué me refiero).
Y un canal se abre cuando meditas. Se abre cuando te permites el silencio sin distracción. El canal se abre cuando te arremangas a escribir en una libreta soltando a borbotones tus pensamientos: vomitas tu mente. El canal se abre cuando le estás enviando de forma reiterada el mensaje a tu cuerpo, a tu mente y a tu espíritu de que quieres conocerte más y mejor y tomas acción en ello. Esto último, también muy importante.
Una respuesta mental y una respuesta inspirada nunca son lo mismo. Porque la segunda, muy probablemente, no la esperas. Es como un pequeño shock instantáneo. Y la primera, casi ya la has interiorizado de forma automática, aunque te autoconvenzas de que no.
Y aquí añado el matiz. La respuesta inspirada es el resultado de un montón de líneas energéticas que se unen en lo que parece un instante. Es por eso que una, uno, no puede esperarla inmediatamente, ni ponerse a meditar, por ejemplo, exigiéndole a la propia meditación que le aporte la luz ipso facto.
Una, uno, medita, se silencia, apaga su mente por el tiempo necesario y deja simplemente así, el trabajo hecho. Se rinde y deja que todo sea… cuando tenga que ser. Ahí llegará.
Como un cometa. A modo de flash.
Seguramente, la respuesta venga a los días, en forma de llamada inesperada, de palabra que de repente hace clic en la cabeza, de momentum.
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De igual modo, la persona que busca, encuentra. Si nunca haces nada para mejorarte en lo personal e interno de algún modo, seguirás con respuestas mentales a los dilemas de siempre.
Pero si rindes pleitesía a tu lado más profundo y esencial, un día... y otro... Con acciones e intenciones enfocadas ahí, ten por seguro, que el canal se abre.
Es así como sin apenas darte cuenta te conviertes en tu propio guía. Y vas dando con las piedritas coloreadas y justas que indican el camino.
No es magia, es trabajo intencionado en el camino de «la respuesta» que siempre estuvo en ti.
Con amor para ti y, como siempre, escribiéndote Desde algún rincón del Universo.
PD: Acaba de salir el Sol.
Cris.
Cris Miralles
Mentora de Bienestar Cósmico e Integral
La energía, en el centro.